YoSoy132: Sueño y movimiento.
Por Sonia Ruiz
Por Sonia Ruiz
Las
elecciones presidenciales se acercan cada vez más. En tan sólo unas
semanas conoceremos los resultados y lo que pase posterior a ello es
desconocido para todos; porque independientemente de las ideas
partidistas y las jugadas que el sistema pueda realizar, la sociedad
mexicana parece estar despertando de un profundo letargo de muchas
décadas...
Es
impresionante ver cómo en tan sólo unos días los jóvenes de incluso las
universidades privadas se expresan ante las faltas de las autoridades
para con el pueblo mediante procesos de corrupción, impunidad y
manipulación –entre otros- de manera directa e indirecta en las calles,
las instituciones y por supuesto, los medios de comunicación.
Y
algo que resulta indispensable aclarar es que todo esto no ha surgido
como resultado de ideales con fines “comunistas”; no ha surgido como un
mero alboroto social resultado de una “moda”; no ha surgido como una
“estrategia” de las clases medias y bajas para obtener un beneficio único o perjudicar al prójimo.

Pero al final, todos somos estudiantes.
Somos
seres pensantes que cuestionamos la mayoría –o todos- los aspectos de
la vida cotidiana y que están hartos de ver día con día el pasar de los
relojes sin que haya verdaderos cambios en la sociedad.
Somos seres humanos, al igual que todos ustedes. Somos
individuos que pueden pensar y tomar decisiones por sí mismos para
actuar en el medio no sólo político, sino también social y; somos
individuos que se
preocupan por construir una conciencia ante el mundo día con día,
pasando por dificultades iguales o más duras que hace 50 años para poder
llegar a nuestras respectivas instituciones a tomar clases.

Los
ideales y la búsqueda de logro para los mismos bien pueden
complementarse y encaminarse al bienestar de la sociedad mexicana en su
conjunto.
Y algo que es también fuente de motivación es ver a las generaciones predecesoras apoyando al movimiento y sintiéndose orgullosos; saliendo a las calles a manifestarse y a brindar su presencia y el ejemplo a sus hijos más pequeños, demostrando que las peticiones en efecto son justas y que tienen bases fundamentadas en el desarrollo de la historia de la que también ellos forman parte.
¿Acaso nuestro país no denota a gritos la necesidad de una ruptura histórica?
Y
entonces el miércoles 23 de mayo múltiples contingentes de
universidades del país se sumaron a la marcha capitalina YoSoy132 en la
“Estela de Luz”, que se dirigió posteriormente al Ángel de la
Independencia y luego a Televisa Chapultepec, donde una parte de los
manifestantes permanecieron y la otra mitad, continuó caminando hasta el
Zócalo.
Las cantidades exorbitantes de personas avanzaban por Eje Central y después las calles aledañas al Zócalo; tanto esta sección y la otra parte, permanecieron en el objetivo principal (Televisa) y
en la Plaza de la Constitución hasta pasadas las 9:30 de la noche. Pero
no por haberse dado este flujo en direcciones distintas la población
estudiantil se dividió por completo, pues en ambos lados se encontraban
varios contingentes de las escuelas públicas y privadas dando presencia
como uno sólo en dos lugares a la vez.
Sin embargo, los que llegaron al Zócalo comenzaron a perder su objetivo por unos instantes y comenzaron a realizar meros festejos en la Plaza en resultado a la felicidad por ver que no se habían presentado ataques ni de infiltrados ni de cuerpos granaderos. Las porras del Huélum y la Goya del Politécnico y la UNAM, respectivamente, pusieron de nuevo los pies de los presentes sobre la tierra y la solemnidad se regeneró en la mayor parte de los mismos.
¿Por
qué no habríamos de confiar en nuestra capacidad racional e incluso
física para combatir un sistema que ha demostrado por años y años su
ineficacia? ¿Por
qué ya no nos permitimos soñar un poco más? ¿Por qué no creer que si
luchamos –y no precisamente con las armas- podemos obtener buenos
resultados? ¿Por qué no esforzarnos y confiar en que nuestro sistema se modifique para que opere de forma más justa?
Pero para eso hay que pensar primero que la democracia, para considerarse como tal, tiene
una necesidad de la colectividad, pero de la colectividad vista como la
suma de sus partes. Donde los individuos forman una fuerza única pero a
la vez son autónomos y su fuerza de decisión no está determinada –aún con sus condiciones- por el entorno que le rodea.
Olvidémonos
de los partidismos por un momento –aunque no niego, que las posturas
neutrales no existen- y pensemos en la responsabilidad que implica
plantear una Nación democrática. Porque pregunto: ¿de
verdad vamos a posicionarnos ante la misma y vamos a responder a sus
exigencias? Porque de otro modo sólo estamos maquillando una oligarquía
que, dado así el caso, dejaría de serlo para pasar a ser legitimada y lo único que resulta es achacarle los problemas a la sociedad y las instituciones salen inertes del embrollo.
Personalmente,
me parece absurdo lo que muchos aseveran y por ello lo aclaro: ser de
ideología de izquierda NO ES EQUIVALENTE a ser comunista o socialista;
existen diversas corrientes dentro de dicha tendencia que se pueden
distinguir mejor si aprendemos a apreciar a nuestros devaluados libros,
que esperan empolvados y aburridos en los libreros y las cocheras para
ser abiertos y desatar el mundo de ideas que late en su interior.
Definitivamente, muchos creemos que nuestra Nación vale la pena el esfuerzo de luchar por un mejor medio político y vale correr el riesgo de decidirnos por nuevas alternativas, con las que, si bien he de aclarar, hay aún muchos retos por cumplir empezando por las limitaciones dadas por el medio internacional y las de la historia misma, podríamos bien empezar a construir pequeños pilares para sostener a nuestra sociedad.
No se trata de confiarnos ciegamente en ningún partido o candidato, porque en definitiva, el Mesías no existe; pero si algo ha quedado muy claro, es que
la derecha neoliberal (única derecha presentada hoy día) no es la
salida para nuestros problemas sociales, económicos y culturales. Y esa distinción se expresa en el repudio partidista pero específicamente Peña-Nietista que hoy reina al grueso de la población mexicana.
No sabemos hasta donde va llegar este movimiento. Espero que lo haga lejos. No
sabemos si las múltiples debilidades que presenta hoy, en su etapa de
gestación aún, serán causa de su desintegración o si por el contrario,
serán superadas y le fortalecerán.
Pero hoy, ya no se trata de competir y ver quién da más y quién da
menos; no se trata de utilizar las camisetas universitarias como un eco
de pelea entre varios núcleos: se trata del futuro de nuestro país; se
trata de la dirección que está tomando nuestra democracia y el papel que
los individuos vamos tomando como ciudadanos en nuestro desarrollo del
día a día.
Se trata de la conciencia y se trata de la memoria.
Se
trata de que sectores como los medios de comunicación, la policía y el
ejército se den cuenta de que todos estamos en el mismo barco y no en
buques separados; y hacerles entender que todo ese sistema con errores y
baches que legitiman cuando permiten, fomentan y disfrazan la violencia
y la falta de información, no está perjudicando sólo “a los otros”,
sino también a sus futuras generaciones y el entorno de las mismas.
En
1968 había también ideales hacia la democracia y se luchó
fervientemente contra la represión física; hoy es posible que lo que se
gesta y que no es tan notable al ojo de la simple vista, sea la lucha
ardua contra la represión simbólica.
Quienes se movilizan no representan un peligro; por el contrario, pretenden ser el motor que impulse a nuestra sociedad a la cima en donde dictan nuestros orígenes, deberíamos estar.
Sabemos
que no vamos a cambiar al país en un día, un mes o un sexenio completo;
pero también sabemos que si no empezamos por un grano de arena, jamás
podremos construir la montaña que hace falta para que México pueda
percibir el esplendor de la luz solar.
"...
Algunos hombres desean la guerra por razones sórdidas, otros por
idealistas; algunos por el provecho personal, otros por el principio
impersonal. Pero la mayoría de aquellos que desean conscientemente la
guerra y la aceptan, y de esa manera ayudan a crear su "inevitabilidad,"
la desean para cambiar a sus problemas de lugar.” - Charles Wright Mills
Y para cerrar, he aquí uno de los primeros pilares, presentados en los últimos días como un manifiesto –o boceto- del movimiento #YoSoy132:
Somos estudiantes. Somos un antiguo minero, o un joven rebelde, o una burguesa guapa. Somos lo que ustedes no son.
Nosotros venimos de las redes, de un mundo de ceros y unos, de un mundo que no conocen y que nunca manipularán.
No queremos el mundo tuerto que los medios construyen cada día para distraernos mejor.
Somos los que no encontraron la salida y se perdieron en las escaleras de emergencia. Somos el México que despertó.
No
nos creemos las clarinadas de la victoria: “La democracia ha ganado”,
“La historia se ha acabado”, “Triunfa la libertad”, “El mercado está
abierto”.
Nosotros
nacemos del silencio, lejos del bullicio de nuestras manifestaciones.
Somos los que balbucean consignas en contra del poder. Nuestra
ideología, erra, vagabundea.
Somos
los expatriados, los que no creen en las fronteras ni en los
pasaportes. Somos amigos de lo clandestino, parias que copian software,
música y libros y los distribuimos en todo el mundo.
Somos los que conjuran un mejor país, hombres y mujeres partidos en varias lenguas, en muchas culturas y pensamientos.
Somos los desesperados, los que refrescan el timeline cada cinco minutos. Somos la nostalgia de revolución de nuestros padres. Somos la nostalgia de un futuro que podría ser.
Creemos
que la protesta pertenece al pasado, pero también creemos que la
protesta contra el orden es el fundamento del orden nuevo.
Somos un camino, una desviación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario